Autor: Antonio Pérez Esclarín
De nuevo vuelvo con un racimo de parábolas para alimentar el alma y
reorientar la vida por caminos de plenitud. Lo hago motivado por la
extraordinaria acogida que han tenido mis libros anteriores: Educar valores y
el valor de educar: Parábolas; y Nuevas parábolas para educar valores. Son
numerosas las personas que me han hecho saber que las utilizan en sus clases o como motivación antes de un taller, un retiro, una
convivencia. Hay padres que las leen y comentan en familia. Algunos me han comunicado
que regalan mis libros a amigos, a personas que quieren ayudar… Y otra cosa
extraordinaria: algunos han llegado a decirme que les desaparecen mis libros,
que no se los devuelven, lo cual, en estos tiempos de crisis de lectores, es el
mejor juicio crítico que se puede hacer de un libro.
Incluso me han llegado comentarios positivos y palabras de
ánimo para que siga escribiendo de más allá de nuestras fronteras, de países
distantes y diversos.
Todo esto me ha convencido del valor de la parábola como medio
para comunicar un mensaje, para suscitar la reflexión, para llegar directo y
rápido al corazón del lector. Mis otros libros más académicos, más trabajados,
no han tenido tanta acogida como los de las parábolas lo que, entre otras
cosas, me ha reconfirmado en que “lo más sencillo es lo más culto”, y me ha
puesto en guardia frente la validez de ciertos libros que, por ser tan
profundos, uno nunca termina de entenderlos. Ya antes me había convencido de
que no hay nada más ilegible que una tesis de grado y que la recomendación de
publicación que acompaña a la excelente calificación de algunas, es el dictamen
de destino a depósito o limitación a unas pocas decenas de lectores. Por ello,
en mi afán de alcanzar a las personas que no son lectoras y de contribuir a la
formación de algunos educadores que tienen dificultades ante libros más
teóricos, retomo aquí algunas ideas e incluso trozos de mis libros más académicos,
en especial, “Educación para Globalizar la esperanza y la solidaridad”. De este
modo, espero comunicar de un modo más ameno y accesible mis inquietudes
educativas y mi búsqueda apasionada por una educación que se oriente
esencialmente a gestar auténticas personas y ciudadanos responsables y
solidarios. Educar no es otra cosa que ayudar a cada persona a conocerse,
quererse y emprender el camino de su propia realización. Dios nos creó por amor
y para que vivamos felices. Por eso Jesús, palabra inagotable de Dios, vino
para mostrarnos el camino de la plenitud, para que todos “tengamos vida y la
tengamos en abundancia”.
Jesús, comunicador por excelencia, hablaba con lenguaje
sencillo de modo que las verdades más elevadas estuvieran al alcance de todos.
La parábola no diluye lo que es profundo, sino que acerca al corazón del
mensaje por imágenes que ayudan a comprender, reflexionar e identificarse.
Jesús hablaba compenetrado con las realidades de su pueblo, se adaptaba a su
mentalidad, extraía los ejemplos de la vida cotidiana. En sus parábolas, los
hombres y mujeres que le escuchaban se sentían reflejados y movidos a cambiar
su corazón.
Algunas de las parábolas que hoy les ofrezco me las han
enviado amigos o lectores, o me han llegado por correo electrónico. Otras las he
creado yo o las he reelaborado a partir de algunos materiales conocidos o de
lecturas que he realizado. Siempre que me es posible, cito la fuente de donde
han sido obtenidas. Todas han sido retrabajadas por mí y es mío el comentario
pedagógico-educativo que les acompaña. En cada parábola pretendo comunicar o
afianzar una idea que, en la inmensa mayoría de las veces, es reforzada por
otra que incluyo después del comentario pedagógico. Por ello, cada capítulo
está elaborado con dos o más parábolas. En el índice pongo los títulos de todas
ellas, para que el lector pueda encontrarlas más fácilmente.
La parábola tiene valor en sí misma y es capaz de hablar a
cada lector de un modo propio y personal. De ahí que sería muy conveniente que
cada uno intentara dejarse interpelar por ella y extraer sus propios mensajes y
lecciones. También puede ser una muy buena actividad pedagógica leerla a los
alumnos y que cada uno escriba su comentario o reelaboración.
Espero que estas parábolas alimenten el corazón de cada
lector y le ayuden a desarrollar la semilla de sus posibilidades y emprender el
camino hacia una vida cada vez más plena y más feliz. Un camino al encuentro de
sí mismo, al encuentro con el otro diferente, y al encuentro con la hermana
naturaleza, patrimonio común de la humanidad que todos debemos aprender a
querer y cuidar.
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