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Antonio José de Sucre: El Gran Mariscal de Ayacucho

Antonio José de Sucre: El Gran Mariscal de Ayacucho
Muerte de Sucre en Berruecos

Antonio José de Sucre, libertador de Quito, héroe de Pichincha y Ayacucho y fundador de la República de Bolivia, es uno de los próceres más destacados de las guerras de independencia americana.


—iSanto Dios! ¡Se ha derramado la sangre del inocente Abel

Simón Bolívar acababa de recibir la noticia del asesinato de Sucre y alcanzó a pronunciar estas palabras al tiempo que sofocaba un sollozo. Aquel al que gustaba de llamar «el más modesto de los grandes hombres», su más estimado colaborador y lugarteniente, había muerto víctima de una emboscada y ya nunca le acompañaría con su sólida presencia, sus consejos y su lealtad a toda prueba. Es muy posible que en esos dolorosos instantes desfilasen ante el Libertador los hechos fundamentales de la vida de su fiel amigo, prócer como él de la independencia hispanoamericana.

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Antonio José de Sucre: Ejemplo de fidelidad y benevolencia


Antonio José de Sucre y de Alda había nacido en Cumaná (Venezuela) en 1795, aunque sobre esta fecha aún no se han puesto de acuerdo sus biógrafos. De origen sefardí en opinión de Salvador de Madariaga, era hijo, nieto y biznieto de militares españoles y le fue fácil alcanzar el grado de alférez de ingenieros a edad temprana. Aunque su credo castrense se basaba en la formación de ejércitos profesionales y bien organizados, no dudó en incorporarse a las tropas patrióticas de Miranda al estallar las primeras tentativas independentistas. Dejó así a un lado su preocupación por entablar una contienda «legal» y ortodoxa, para iniciar la guerra de urgencia contra los españoles proclamada por Bolívar, a quien se uniría en 1819 en Angostura siendo ya general y después de haber participado en la liberación de Venezuela.

Con el Libertador, Sucre abordó la campaña sobre Nueva Granada, y consiguió ocupar un puesto de privilegio a su lado, convirtiéndose en su lugarteniente más valioso. Comisionado por Bolívar, actuará con acierto en el oriente venezolano y dará muestras de su talla como político y diplomático al acordar con el jefe de las fuerzas expedicionarias españolas, Pablo Morillo, un tratado para «regularizar la guerra» y evitar en lo posible sus efectos sobre la población civil. «Este tratado -escribiría años después Simón Bolívar- es digno del alma del general Sucre: la benignidad, la clemencia y el genio de la beneficencia lo dictaron; será eterno, como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra.»

Sucre: Héroe de Pichincha y libertador de Quito

En septiembre de 1823 marchó junto a su jefe hacía el Perú, reclamado por los partidarios de la independencia. En 1824 ambos emprendieron la campaña definitiva contra los reductos realistas y, tras obtener una primera victoria en la batalla de Junín, Bolívar le confirió el mando del ejército con el que derrotó a los españoles en Ayacucho el 9 de diciembre de ese año, victoria que posibilitó la independencia de todo el continente. Tras la batalla, Sucre hizo lo posible para que se garantizase a los vencidos no sólo la vida, sino también su libertad y su dignidad personal, lo que de nuevo admiró a Bolívar y le llevó a escribir: «Es la cabeza mejor organizada de la Gran Colombia, metódico y capaz de las más elevadas concepciones, el mejor general de la República y el mejor hombre de Estado. Sus principios son excelentes y su moralidad ejemplar.»

El crimen de Berruecos


Convertido en Gran Mariscal de Ayacucho y ascendido a general en jefe, Sucre extinguió los últimos rescoldos realistas en el Alto Perú y promovió la independencia de este territorio con el nombre de República Bolívar. Simón Bolívar será el presidente del nuevo Estado, cargo que en su ausencia desempeñará Sucre a pesar de sus protestas, hasta que el Congreso Constituyente le eleve al cargo de presidente vitalicio. Sucre se inspiró en la división administrativa francesa para organizar el país en provincias y departamentos, emancipó a los esclavos, estableció la libertad de imprenta y redujo los privilegios de la Iglesia en favor de una política educativa impulsada por el Estado. Su comportamiento fue acertado, justo y honesto a la vez que enérgico, pero no impidió un progresivo e imparable deterioro de la vida política boliviana.

En noviembre de 1826 estalló un motín militar en Cochabamba y un año después se repitió en La Paz. Tropas de Sucre consiguieron sofocarlos, pero al precio de cargar sobre sus espaldas con una carnicería que avivó aún más el descontento popular contra los denominados «colombianos», cuya intención era constituir una confederación entre Perú y Bolivia que acabara por integrarse en la Gran Colombia, formada por Nueva Granada, Venezuela, Panamá y Ecuador. En 1828, criticado por todos y acosado por sus encarnizados enemigos, Sucre renunció a la presidencia y se retiró a las tierras que su esposa poseía en Quito para dedicarse al estudio y al mejoramiento de la agricultura. Pero el sueño de la Gran Colombia, que compartía con Bolívar, lo llevó de nuevo a empuñar las armas. Secundó la represión practicada por el Libertador contra los partidarios de Santander y se convirtió, con sus tropas, en el principal sostén del régimen dictatorial implantado por Bolívar.


En junio de 1830, cuando se dirigía hacia Ecuador, Sucre se encontró cara a cara con su destino. Tres hombres pagados por el general José María Obando, enemigo de la Gran Colombia, se encargaron de acabar con su vida. En la causa instruida después puede leerse que «... habiéndose reunido los soldados licenciados Andrés y Juan Gregorio Rodríguez y Juan, llamado Cuzco, se disfrazaron poniéndose musgo en la cara y se apostaron en una angostura llamada Jacoba, en la montaña de Berruecos, y en la mañana del día 4 llamaron por su nombre al general en el momento en que pasaba por allí y, en el mismo acto, le dieron muerte haciéndole una descarga con armas de fuego; inmediatamente se dispersaron los asesinos y fueron a reunirse con Obando, quien pagó diez pesos a cada uno de los Rodríguez y al Cuzco, quienes poco después murieron de repente con apariencia de envenenamiento...»

Cuando Bolívar lo supo, un mes después, se encontraba en Cartagena de Indias proyectando realizar un viaje a Europa con objeto de recuperar su salud, muy deteriorada en aquellos días.

En lo más profundo de su alma sintió un desgarramiento por la muerte de su estimado colaborador y, con toda seguridad, intuyó que la desaparición de Sucre iba a precipitar de manera irrefrenable su caída y su propia muerte, que en efecto tuvo lugar unos meses después. Sus figuras, profundamente unidas y paralelas en vida, no tardaron en reunirse en el más allá.

Esta biografía fue cortesía y tomada íntegramente de:

Carlos Gispert (Director). 1996. Grandes Biografías. OCEANO Grupo Editorial S.A., Barcelona España. Tomo III. Pág: 450-453.


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